Una Carrera de Obstáculos y Construcción de Resiliencia
La migración, ya sea por motivos laborales, familiares o personales, es un fenómeno cada vez más común en nuestro mundo globalizado. Sin embargo, detrás de los cambios de ubicación geográfica y las nuevas oportunidades profesionales, a menudo se esconde un proceso emocional complejo conocido como el «duelo migratorio».
Este fenómeno, ampliamente estudiado en psicología y sociología, describe el conjunto de emociones y experiencias que las personas atraviesan al dejar su lugar de origen para establecerse en un nuevo entorno. Cuando este cambio implica, además, una transición profesional, el duelo migratorio se profundiza, ya que no solo implica adaptarse a un nuevo hogar, sino también a un nuevo contexto laboral, cultura organizacional y expectativas laborales.
¿Qué dice la ciencia?
Desde una perspectiva científica, numerosos estudios han demostrado que el duelo migratorio puede desencadenar una serie de reacciones emocionales, como la ansiedad, la tristeza, la confusión e incluso la depresión. Estas emociones pueden ser especialmente intensas en el ámbito profesional, donde la presión por rendir, adaptarse rápidamente y establecer relaciones profesionales puede agravar aún más el proceso. Comparto algunos libros interesantes sobre el tema: “La Inteligencia Migratoria”, “Los siete duelos de la Migración y la Interculturalidad”, “El Síndrome de Ulises”, de Joseba Achotegui, psiquiatra y profesor titular en la Universidad de Barcelona y que durante más de quince años ha dado cursos sobre migración y salud mental en la Universidad de Berkeley. En una línea más amplia sobre el duelo esta “Ganar perdiendo”, de Migdyrai Martin Reyes, Doctora graduada en Ciencias Médicas por el Instituto Superior de Ciencias Médicas de la Habana en 1985, especialista en Psiquiatría Infantil y General.
Sin embargo, más allá de los datos y las estadísticas, es importante reconocer la parte más humana de este proceso. Detrás de cada migrante profesional hay una historia única, marcada por la valentía de enfrentarse a lo desconocido, la esperanza de un futuro mejor y la nostalgia por lo dejado atrás. Cada paso en este viaje está lleno de desafíos, pero también de oportunidades para el crecimiento personal y profesional.
Algunas herramientas para afrontar la parte más humana del proceso:
Compartir, explorar, conectar, recordar
En medio de este torbellino de emociones, es crucial encontrar formas saludables de afrontar el duelo migratorio. Aquí es donde entra en juego el apoyo emocional, tanto de amigos y familiares como de profesionales de la salud mental. Compartir las experiencias y los sentimientos con personas que han pasado por situaciones similares puede brindar un sentido de comunidad y pertenencia que facilita la adaptación.
Además, es fundamental permitirse a uno mismo tiempo para el autocuidado y la autorreflexión. Practicar la atención plena, el ejercicio regular y mantener hábitos saludables de sueño y alimentación pueden ayudar a mantener el equilibrio emocional durante esta etapa de transición. Asimismo, dedicar tiempo a explorar los nuevos entornos, participar en actividades recreativas y establecer conexiones sociales puede contribuir significativamente a sentirse arraigado y enraizado en el nuevo lugar.
Por otro lado, es esencial no subestimar el impacto que esta transición puede tener en la identidad profesional y el sentido de autoeficacia. Muchos migrantes experimentan dudas sobre sus habilidades y capacidades en el nuevo entorno laboral, lo que puede minar su confianza y autoestima. En estos momentos, es crucial recordar los logros pasados, reconocer las fortalezas personales y buscar oportunidades para seguir creciendo y desarrollándose profesionalmente.
En última instancia, el duelo migratorio a nivel profesional es un proceso complejo y multifacético que requiere tiempo, paciencia y comprensión. Si bien puede haber momentos de dificultad y desafío, también ofrece la oportunidad de reinventarse, aprender y crecer en formas que nunca imaginamos.
Nota personal
A lo largo de toda mi vida adulta, el sentimiento prevalente en torno a este tema, ha sido la sensación de estar siempre atrapada entre dos mundos, mi ciudad de origen y en la región o país en el que me encontrara en ese momento, lo cual se intensificó en la última década dada la diferencia cultural y lejanía geográfica, luchando por encontrar mi lugar en ambos sitios tanto personal como profesionalmente. Cada día ha sido y sigue siendo un desafío por adaptarme, aprender y crecer, mientras construyo rutinas dentro del cambio. En mi estancia en el extranjero, con el tiempo fui capaz de establecer vínculos importantes y significativos en cada ámbito, que me ayudaron a sentirme arraigada en un país que no era el mío. Aprendí a valorar la diversidad de perspectivas y experiencias, y a reconocer la fuerza y la resiliencia que se necesitan para prosperar en un entorno desconocido y ajeno al propio. Ahora, tras 12 años en esa inercia extranjera, estoy en el proceso inverso: volver a construir una vida personal y profesional en el país que un día también fue mi hogar, pero ahora en una persona diferente. Este nuevo capítulo me ha llevado a reflexionar sobre los altibajos del duelo migratorio y la importancia de cultivar la resiliencia en tiempos de cambio. Aunque este regreso presenta sus propios desafíos y oportunidades, estoy agradecida por las lecciones aprendidas y las experiencias que han moldeado mi camino hasta ahora.
Como alguien que ha experimentado personalmente los desafíos y las recompensas de la migración, tanto de ida como ahora de vuelta, puedo decir con certeza que el duelo migratorio es un proceso complejo pero transformador. Al abrazar las emociones, los desafíos y las oportunidades que surgen en el camino, podemos convertir el duelo en una experiencia de fortaleza y empoderamiento y, ¿por qué no?, llevarnos una gran sorpresa de quienes somos y de lo que somos capaces.
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